Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

lunes, 29 de mayo de 2017

Reeetooo... ¡re-superado!

Pues sí, casi tres meses después de esta entrada, llegó el gran día. Como era de temer, aquellas excelentes intenciones mías de aprovecharlo mucho mejor se fueron diluyendo con las semanas, las agendas difíciles, los compromisos, un gemelo sobrecargado... en fin, que os voy a contar... el caso es que no llegaba yo tan preparada como me hubiera gustado, ni mucho menos. Pero un reto es un reto, y mis #naranjitas son mis #naranjitas (¡por no hablar del equipazo de entrenadores que gastamos!) Así que, en la mejor forma o no, la cita era obligada y, hombre, que podía hacerla sí que lo sabía.

Y hecha está. No mejoré más que unos segundos mi tiempo del año pasado pero considerando que la sufrí incluso más, probablemente por el calor, me doy con un cantico en los dientes de haber hecho el mismo tiempo. Lo que es la cabeza en esto del correr, ¿eh? pensándolo fríamente, iba bien de pulsaciones, mi gemelo no me dio ninguna guerra (gracias a ese oportuno masaje de Jorge, del equipo de fisioterapeutas de Ómica), y sin embargo la cabecica se empeñaba en protestar y querer que parara. ¿Sabéis lo que cuesta cambiar ese chip? Menos mal que es una carrera llena de animaciones y gente apoyando (un bravo especial a las chicas que estaban animando en la llegada a la plaza del Pilar, ¡qué manera de desgañitarse para alentarnos a continuar!), ¡ese saxofón, impresionante! Carlos y sus cabezudos rociándonos con agua para mitigar un poco el calorazo que pegaba ya a esas horas. Y, como el año pasado, cuando ya creía que no llegaba, entraron mis liebres personales a correr el último kilómetro conmigo y ahí ya la cabeza no tuvo nada que decir. Los 10k volvían a estar a la vuelta de unas pocas zancadas más y tenían que ser míos de nuevo.


Como ya comenté el año pasado, lo de que los niños entren a la carrera no siempre es una buena idea y en muchas ocasiones está prohibido. En este caso, como veis en la foto, el grueso de la carrera ya había pasado y no había precisamente aglomeraciones a mi alrededor así que no molestaban a nadie ni suponía ningún peligro para otros corredores su incorporación a la carrera. Además, les había dejado entrar un miembro de la organización.

Por último, pero no menos importante, un besazo enooooormeee, a mi grupo de entrenamiento (al actual y al anterior, que siguen siendo parte importante de mi vida, pero también a tantas otras naranjitas que a pesar de entrenar otros días se han hecho también su hueco en mi corazoncito), y por supuesto al equipo de entrenadores, que saben guiarnos, animarnos, comprendernos, sacarnos una sonrisa aunque nos hayan dejado para el arrastre y darnos un gran abrazo cuando llegamos a meta. Todo ello capitaneado por el imparable (sobre todo con un micrófono en la mano) Sergio del Barrero, empeñado ya desde hace unos años en promocionar el deporte femenino y llenar el atletismo de mujeres. ¡Gracias a todos!

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