Bienvenidos a bordo

y gracias por acompañarme en este largo viaje sin retorno que es el de la maternidad. Me río yo de las peripecias de Ulises y de la paciencia de Penélope. Me río de los 12 trabajos de Hércules... ser madre sí es toda una aventura, a veces desesperante, casi siempre agotadora... pero siempre, siempre, siempre ¡tan gratificante! ¿queréis compartirla con mi familia?

sábado, 6 de julio de 2013

El país de todavía no

Algunas lo recordaréis de nuestra época de Terra, es un cuento muy de gordi, pero lo he regalado un par de veces a amigas embarazadas y la verdad es que ha tenido mucho éxito (ya, con las hormonas alborotadas es más fácil triunfar, lo sé) así que os dejo el inicio, a ver qué os parece:

La vida era muy cómoda en el país de todavía no. Allí vivían miles y miles de etéreas criaturas. Durante largos años, sus vidas transcurrían plácidamente, pero, de repente, un día, comenzaban a oír extrañas voces. No eran voces reales, eran mensajes que llegaban directamente al alma: de corazón a corazón. Al principio no hacían mucho caso, excepto los más curiosos, que acudían rápidamente a la llamada. La mayoría se hacían los sordos un tiempo, pero todos, tarde o temprano, tenían que acabar por admitir que desde algún sitio los estaban llamando, les pedían que fueran. Pero ¿a dónde? Nadie a quien consultaran podía darles respuesta. Sólo podían contar que de aquellos que habían acudido a la llamada nunca más se había sabido. Eso les inquietaba, claro, pero también tenían cierta curiosidad. ¿Qué habría más allá de su plácido mundo? Todos coincidían en que, con el tiempo, las voces se hacían cada vez más fuertes, pero también más atractivas. Tenían un tono apremiante, sí, pero también dulce y cariñoso. Poco a poco todos esos comodones seres iban cediendo a las llamadas y así comenzaban un fascinante viaje.

En el momento en que Bebé decidió seguir la llamada, algo se iluminó en su interior y, como una chispeante bolita, fue lanzado a gran velocidad hacia el infinito. En pocos segundos, aterrizó en una especie de bolsa llena de gusanitos tremendamente inquietos. Casi sin darse cuenta, fue absorbido por uno de esos gusanitos y una tremenda actividad comenzó a desarrollarse en el interior de la bolsa. Uno tras otro, los gusanitos fueron saliendo de ella a través de un largo tubo que los condujo directos a lo que parecía una caverna, con una gran bola al fondo. El gusanito que lo había absorbido empezó a adquirir velocidad, adelantando rápidamente a todos los demás y, sin pensárselo dos veces, se zambulló de cabeza en la bola. Parecía haber quedado totalmente encerrado pero la verdad es que era un lugar muy acogedor; suave, tibio y blandito. A su lado descansaba el gusanito, del que había salido despedido nada más entrar en la bola. Casi sin darse cuenta, Bebé se quedó totalmente dormido. Habían sido demasiadas emociones desde que decidió aceptar la misteriosa llamada y aquella bolita era tan cómoda...

1 comentario:

Marta dijo...

Que recuerdos!! Muaaaa

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